Los
‘chavales’ que agitaron el desembarco de la UEx
En 1972, una marcha entre
Guadalupe y Madrid (abortada por la Guardia Civil) pretendía reivindicar que se
implantara la universidad en la región. Los protagonistas están reconstruyendo
ese episodio y la revuelta social que acompañó a la instalación de la enseñanza
superior.
«No sé si
nuestra protesta fue decisiva. Pero creo que al menos fue un granito más que
contribuyó a que se creara la universidad, aunque fuera con la división ilógica
que situó en Badajoz las carreras ‘de ciencias’ y en Cáceres las ‘de letras’».
Lo dice Lorenzo Blanco, catedrático de Didáctica de las Matemáticas de la UEx
(ya jubilado) y uno de los 17 jóvenes que en 1972 promovieron una marcha entre
Guadalupe y Madrid para reivindicar que se desatascara el proyecto para crear
la Universidad de Extremadura, que era la única contemplada en el III Plan de
Desarrollo de Franco que no se había puesto en marcha. Fue un 8 de septiembre,
Día de Extremadura, y la marcha apenas duró unas horas en las que cubrieron
poco más de 15 kilómetros, antes de que la Guardia Civil abortara la protesta y
se los llevara a todos detenidos. «La verdad es que no tuvimos tiempo de
cansarnos», bromean ahora los protagonistas, que se han vuelto a reunir casi
medio siglo después con la intención de reconstruir una anécdota ubicada en el
núcleo de la movilización estudiantil y social que precedió a la creación de la
UEx, principalmente entre noviembre de 1971 y marzo de 1973. La Universidad de
Extremadura nació oficialmente el 18 de mayo de 1973, cuando se publicó en el
BOE el decreto de su constitución.
«No recuerdo
muy bien cómo surgió la idea de la movilización, pero sí que siempre nuestro
espíritu fue pacifista», dice Blanco, que está recopilando toda la información
sobre esa protesta, aunque el paso del tiempo ha abierto lagunas que tratan de
cerrar con el relato de todos los protagonistas, entonces un grupo de jóvenes
de entre 17 y 19 años que apenas tuvieron de nuevo contacto tras aquella
aventura. No eran amigos, pero compartían la inquietud por acabar con «la
injusticia» de que no hubiera universidad en la región.
Con ese
objetivo comenzaron a reunirse en La Económica y en la Asociación de Amigos de
la Universidad de Extremadura, y cierto es que en el ánimo de la mayoría estaba
la reivindicación de la universidad para Badajoz, de ahí que la idea inicial
fuera marchar de Badajoz a la capital. Sin embargo, desde la Asociación de
Amigos de la Universidad (fundada en 1967 y dirigida entonces por Juan Salinero
y José María Montes), les plantearon que fijaran la salida de la marcha en
Guadalupe, haciéndola coincidir con el Día de Extremadura.
«Nos decían
que íbamos a tener más repercusión así, pero siempre he pensado que, en el
fondo, se intentó que no fuera una movilización masiva, porque aunque apoyaran
la creación de la universidad, ahí había personas vinculadas al régimen de
Franco», recuerda el periodista Roque Alonso Lozano, que también participó en
la marcha. El cambio generó debate inicialmente y a finales de agosto aún se
barajaba la opción de salir desde Badajoz. De hecho repartieron por toda la
ciudad pasquines llamando a sumarse a la movilización, aunque al final los
estudiantes aceptaron la propuesta y fijaron en Guadalupe el inicio de la
marcha a pie hasta Madrid.
En las escaleras del Monasterio de Guadalupe. 8 de septiembre de 1972 |
15 de 252
kilómetros
Pertrechados
de mochilas, algunas tiendas de campaña, bocadillos y poco más llegaron a
Guadalupe en autobús el día 8 de septiembre. «No llevábamos más que algo de
dinero en los bolsillos y entusiasmo», recuerdan. También algunas pancartas con
la reivindicación «Universidad para Extremadura», y otras que improvisaron
después en Guadalupe. Allí, al grupo que se había desplazado desde Badajoz
(Antonio Cosme Covarsí, Guillermo Alonso Torres, Manolo Soriano Navarro, Rafa
Rubio Gómez-Caminero, Roque Alonso Lozano, Lorenzo J. Blanco Nieto, Jesús
Sánchez Mera, Alberto González Mateo, Carlos Becerro Garito, Cecilio Calle
Cabrera, Jesús de Llera Grajera y José Joaquín de Llera Grajera) se sumaron
otras cinco personas, tres de ellas de Acedera (Pedro Escobar, el que fuera
dirigente de IU en Extremadura, y sus hermanos Francisco Escobar y Esteban
Escobar), otra de Helechal (Justo Vila Izquierdo) y otra más de Mérida, que
tratan de localizar para poder completar el relato de su intento de marchar
hasta Madrid.
Al final no
fue una marcha masiva («si hubiéramos salido de Badajoz, seguro que se hubiera
sumado mucha más gente», insisten), aunque sí se hicieron notar desplegando las
pancartas cuando las autoridades abandonaban el monasterio de Guadalupe tras la
misa por el Día de Extremadura («la gente se apartó de nuestro lado, se hizo un
cordón. En el año 1972 no muchos se atrevían aún a sacar el pie del tiesto»,
rememoran de la jornada). Hubo incluso una conversación con el gobernador Civil
de Cáceres, Valentín Gutiérrez Durán, y pasaron el resto de la jornada en
Guadalupe, para iniciar la marcha por la tarde.
La idea era
cubrir en nueve días los 252 kilómetros entre Guadalupe y Madrid, en etapas de
entre 9 y 33 kilómetros, pasando por Navalvillar de Ibor, Bohonal, Navalmoral
de la Mata, Oropesa, Talavera de la Reina, Santa Olalla, Santa Cruz de Retamar,
Navalcarnero y Madrid, donde llegarían hasta la sede del Ministerio de
Educación, con la idea de llevar la protesta hasta el mismo ministro, José Luis
Villar Palasí. Salieron de Guadalupe a media tarde y pasaron la primera noche
en tiendas de campaña en las inmediaciones del pueblo, a unos cuatro
kilómetros. Desde allí reanudaron la marcha por la mañana. Pero no recorrieron
más de 10 kilómetros y antes de llegar a Navalvillar de Ibor ya les había
detenido la Guardia Civil.
«Íbamos por
la carretera, pero vimos que podíamos atajar si atravesábamos una zona de
monte», recuerda Blanco. Y mientras caminaban por esa trocha, campo a través,
vieron pasar varios coches de la Guardia Civil («sabíamos que venían a por
nosotros, porque incluso días antes de la marcha ya habían ido a preguntarnos
en nuestras casas por lo que íbamos a hacer y algunos también estábamos
fichados por pertenecer a movimientos cristianos que se consideraban de
izquierdas. En la puerta de mi casa un policía me dijo que como siguiéramos con
la marcha, al final se iba a enfadar Franco», evoca Cecilio Calle). Así que al
ver pasar los coches, pensaron que atajando habían burlado a la Guardia Civil.
Pero al no encontrarles, los agentes dieron media vuelta y acabaron interceptándoles
cuando salían de nuevo a la carretera. Al mediodía del 9 de septiembre ya
estaban detenidos.
«Uno de los
guardias civiles nos dijo que entendía lo que estábamos haciendo, porque él
mismo tenía un hijo en edad universitaria y no podría ir porque no podía
pagarle los estudios fuera», dice Blanco. Pero a renglón seguido les soltó una
frase que tienen grabada: «el que manda, manda, y cartuchos al cañón». Y así se
los llevaron a todos detenidos, primero a una nave en Navalvillar de Ibor,
donde estuvieron unas horas; y después al cuartel de Miajadas, donde tampoco
permanecieron mucho tiempo porque dos curas del pueblo («Agustín Gómez y
Enrique Cornejo, dos curas obreros», matizan), se comprometieron a hacerse
cargo de ellos y los llevaron a la casa de la iglesia para que pasaran la
noche.
La
reivindicación tuvo después sus ecos en la prensa nacional (se publicaron
artículos en los diarios Informaciones, Las Provincias, y ABC incluso les
dedicó un editorial) y fue seguida de otras manifestaciones tanto en Cáceres
como en Badajoz. Meses después, cuando algunos iniciaron sus estudios fuera de
la región, mantuvieron igualmente la protesta en foros universitarios.
«Recuerdo una asamblea de estudiantes en Madrid en la que levanté la mano para
intervenir y reivindiqué la universidad en Extremadura. Al principio me miraron
extrañados, pero después recibí un aplauso de los 200 universitarios que
estaban allí reunidos», cuenta Roque Alonso.
Pero el
atrevimiento también tuvo consecuencias; por ejemplo, en el certificado de
buena conducta que necesitaban para que se les autorizara una prórroga del
servicio militar obligatorio mientras estudiaban. «Cuando fui a pedirlo, me lo
negaron, y de forma poco sutil me recomendaron que mejor me fuera de allí»,
revive Alonso.
Protestas de
1971 a 1973
«Supongo que
nuestra marcha fue al menos un granito más dentro de ese sentir generalizado de
reivindicación, incluso por parte del régimen en Cáceres y Badajoz», añade
Alonso sobre las movilizaciones que se llevaron a cabo desde finales de 1971 y
principios de 1973 en toda la región, por la universidad.
«Cierto es que aún no había
una conciencia regional clara y eso fue un problema», recuerdan los entonces
estudiantes. De hecho, los periódicos de la época recogen que, al menos una
parte de los problemas para crear la universidad radicaron en dónde se
ubicarían los distintos centros y el rectorado ante la disputa que mantenían
las dos provincias y sus capitales por atraer la enseñanza superior a su
territorio. El punto de encuentro solo llegó después de que el ministro de
Educación, José Luis Villar Palasí «encomendara» a las autoridades de las dos
provincias formular una propuesta de consenso que se tradujo en dos campus, uno
en Cáceres y otro en Badajoz.
El Periodico Extremadura Manifestación estudiantes 1973 |
...Y EN CÁCERES
«Se
protestaba por la universidad y también contra el régimen»
Rocío Cantero. 10/03/1972, p. 55
La
universidad se reivindicó en toda la región, aunque no de forma conjunta sino
más bien con las dos grandes ciudades, Badajoz y Cáceres (y junto a ellas sus
provincias) de espaldas, en un contexto aún preautonómico. Para entonces, eso
sí, ya funcionaba lo que se considera el ‘germen’ de la UEx: la Facultad de
Ciencias en Badajoz (dependía de la Universidad de Sevilla), donde se podía
cursar el ‘selectivo de ciencias’, primer año de las carreras de matemáticas,
física y química; y en Cáceres estaban el Colegio Universitario de Filosofía y
Letras y la Escuela Universitaria del Profesorado de EGB, adscrito a la
Universidad de Salamanca.
«En esos dos
centros y en el instituto El Broncense comenzó a gestarse la movilización en
Cáceres», menciona José Andrés Mendo, vicepresidente primero de la Asamblea de
Extremadura y entonces un estudiante de COU que participó de forma activa en
las movilizaciones por la universidad y principalmente en la de febrero de
1973. «Reivindicábamos la universidad, pero también era una protesta contra el
régimen», recuerda de la movilización social de la época.
Eran los
últimos coletazos del caciquismo y la burguesía de la época había alimentado
tradicionalmente que las dos provincias vivieran de espaldas. «En eso la
universidad no fue una excepción. La burguesía provinciana la quería, pero cada
una en su territorio para aumentar su poder. Así que al final el mal menor,
aunque no lo ideal, fue que se dividiera el campus entre Cáceres y Badajoz»,
recuerda Mendo. Y los jóvenes compartían con ellos ese interés por la
universidad, pero en su caso con un trasfondo más reivindicativo: «queríamos la
universidad, pero asociado a la consecución de otros derechos, como la libertad
de expresión o el derecho a participar en la vida política del país», apunta
Santiago Lindo, que también participó de forma activa en la movilización de
estudiantes en Cáceres, desde las primeras protestas en el año 1970, a las que
desde 1972 lograron ya forzar a las autoridades a alcanzar un acuerdo.
«Recuerdo
que en la primera manifestación, me impresionó ver a los antidisturbios en
Cáceres. Aunque no hubo problemas ni en esa manifestación ni en las demás,
porque éramos conscientes del momento, y porque había cierta tolerancia de las
autoridades locales del régimen con estas protestas», dice Lindo.
Interés
común
En dos años
se produjeron al menos tres concentraciones en Cáceres para exigir la
universidad y de ellas la más multitudinaria fue la del 23 de febrero de 1973
que, según las crónicas de la época, reunió a unos 3.000 jóvenes por el centro
de la ciudad y llegó hasta la sede de la diputación, donde un pleno acababa de
aprobar elevar a Madrid la petición de crear una universidad en Extremadura.
La protesta,
se habían convocado en asambleas en Magisterio, y en El Brocense se difundió la
convocatoria entre los alumnos a través de los delegados de los grupos y con el
apoyo de algunos profesores, «los más jóvenes, que tenían una actitud más
abierta y que incluso en su etapa universitaria ya habían participado en
movilizaciones», recuerda Mendo.
Pero tras
los jóvenes, estaban también otros dirigentes, incluso del régimen, empresarios
y profesores de las escuelas universitarias, «que por distintos motivos
reclamaban la universidad», recuerda también Luciano Fernández, exdiputado del
PSOE que vivió la agitación social que acompañó al desembarco de la UEx en la
región. R. C.
Páginas de El Periódico Extremadura, de 10 de marzo de 2019
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