Excelente artículo sobre el problema de Valdecañas, del profesor de la Universidad de Extremadura Julián Mora.
Podéis tenerlo cliqueando en el título
Texto:
Otro razonamiento utilizado por el CSIC para la demolición de Valdecañas
(con 300 residentes diarios, incluidos los turistas del hotel), es que cruzan
la isla 122.059 vehículos al año, cuando por el parque de Doñana hacia
Matalascañas transitan unos seis millones. ¿Nadie repara en esta sinrazón?
Julián Mora Aliseda, Profesor de Ordenación Territorial y Desarrollo
Sostenible. ExPresidente del Patronato del Parque Nacional de Monfragüe. (HOY, Jueves,
4 abril 2019).
En estos momentos no hay otro tema en Extremadura que genere más debate
social que el informe del CSIC de la Estación Biológica de Doñana sobre el
complejo turístico 'Isla Marina de Valdecañas', para el que proponen la
demolición.
Es pertinente aclarar algunos conceptos claves para interpretar mejor esta
cuestión. Comenzamos señalando que el medio ambiente no es sólo la flora y la
fauna, como se ha extendido y entendido erróneamente en muchos sectores. La
definición científica, aceptada internacionalmente, es la que se recoge en
Directiva 2011/92/UE relativa a la Evaluación del Impacto Ambiental (EIA),
donde señala categóricamente que «la evaluación del impacto ambiental
identificará, describirá y evaluará de forma apropiada los efectos directos e
indirectos de un proyecto en los siguientes factores: a) El ser humano, la
fauna y la flora; b) El suelo, el agua, el aire, el clima y el paisaje; c) Los
bienes materiales y el patrimonio cultural; d) La interacción entre los
factores contemplados en las letras a), b) y c)».
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De acuerdo con la normativa europea, parece evidente que durante todo el
proceso se han olvidado del primer elemento, 'el ser humano', precisamente la
única especie amenazada en la zona de Valdecañas. Tampoco se han evaluado los
apartados c) y d) por lo que las premisas de partida han cercenado una parte
sustancial de la EIA.
Asimismo, el Informe Brundtland, la ONU, la OCDE y los Objetivos del
Milenio insisten en que el Desarrollo Sostenible implica la combinación de los
aspectos sociales, económicos y ambientales.
Para explicar mejor la situación he recurrido al método comparativo que
ayuda a clarificar formas de proceder en temas afines, he confrontado dos
espacios con ciertas similitudes (uno localizado en un humedal artificial
protegido, Valdecañas, y otro enclavado en un humedal natural, Matalascañas) y
ambos con finalidad turística.
Sin entrar a considerar el deficiente rigor científico del Informe del CSIC
que, ante la ausencia de datos e información parte en sus análisis de supuestos
e hipótesis que no responden sin ambages, taxativa y de manera concluyente a
las cuestiones del TSJEx, además del cúmulo de errores inaceptables. Sin
embargo, sí vamos reflexionar sobre el dislate de la propuesta de demolición
sobre 185 viviendas y un hotel, construidos en el cerro del Burro, que antes
del pantano artificial de Valdecañas (1963) era zona de cultivo y que, después
de anegado el entorno, se repobló con eucaliptos, por lo que no se justifica el
capricho de incluirlo como ZEPA (origen del problema).
No obstante, sorprendentemente el CSIC, en su ofuscación (puesto que sólo
se basa en elucubraciones previas) llega a la hipérbole de lo absurdo,
recurriendo a la Huella Ecológica (centrándose entre otros aspectos en la
contaminación lumínica y vehículos de paso) como argumento de demolición.
Imaginemos esos mismos criterios aplicados a Matalascañas, en pleno corazón del
parque nacional de Doñana que, según la Junta de Andalucía, es una «urbanización
en la Costa de la Luz y declarada de Interés Turístico Nacional (…) se
encuentra enclavada entre el Espacio Natural de Doñana y el océano Atlántico y
se extiende a lo largo de un kilómetro de ancho por cuatro y medio de largo.
Aparece franqueada por más de 40 Km de playas vírgenes. Cuenta con una
población de 2.000 habitantes, que aumentan en la época estival hasta alcanzar
los 150.000 residentes temporales».
Paradójicamente, a pesar de tamaña presión turística, Matalascañas, aprobó
recientemente una modificación de su plan urbanístico para duplicar sus plazas
hoteleras. Ello conlleva una mayor contaminación lumínica y densidad
demográfica, sin que en Doñana se opongan.
Otro razonamiento utilizado por el CSIC para la demolición de Valdecañas
(con 300 residentes diarios, incluidos los turistas del hotel), es que cruzan
la isla 122.059 vehículos al año, cifra despreciable frente a la carretera
(A483) de acceso a Matalascañas desde Almonte, que rebasa los 5.000.000 de
vehículos. A los que habría que sumar el tráfico de la A498, desde Mazagón a
Matalascañas, con casi otro 1.000.000. Es decir, transitan por el parque de
Doñana hacia Matalascañas más de 6 millones de vehículos anuales, contra los
100.000 de Valdecañas. ¿Nadie repara en esta sinrazón?
En suma, tras la comparación del cerro del Burro de 188 hectáreas (0,001%
de las áreas protegidas), sin valor ambiental acreditado en la cola del pantano
de Valdecañas (humedal artificial), con la localidad de Matalascañas, enclavada
en el humedal natural más importante de Europa (Parque Nacional de Doñana y
Patrimonio de la Humanidad), nos parece un auténtico desatino la demolición de
un complejo turístico ejemplar por su integración paisajística que podría
replicarse en casi todos los embalses de Extremadura para mitigar la emigración
rural. Máxime cuando la huella ecológica de Extremadura, efecto 'sumidero', es
33 veces inferior a la de Holanda, con la misma extensión.
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