Son múltiples las posibilidades de cambio del sistema electoral en España, pero solo voy a analizar las que suenan con mayor fuerza. Esta reflexión fue escrita en octubre de 2019.
La alternativa más radical a los
sistemas proporcionales y a los parlamentos con múltiples partidos minoritarios
es el sistema mayoritario, que puede tener diferentes maneras de asignación de
diputados. En Gran Bretaña, por ejemplo, se conforman 650 circunscripciones
pequeñas, donde se elige por mayoría un único representante, en cada una de
ellas. El resultado podría dar la paradoja de que un partido pudiera tener el
100 % de los diputados, aunque no llegara ni a la mitad de los votos emitidos,
si ganara en todas ellas. En el año 2015 el Partido Nacionalista Escocés con el
4,7 % de los votos obtuvo 56 escaños, mientras que el UKIP con el 12,6 % solo
obtuvo un diputado. Es bastante frecuente que el tercer partido en liza, hasta
hace poco el Partido Liberal, obtenga más del 20% de los votos y una representación
inferior al 10%. Por el contrario, este sistema garantiza estabilidad de los
gobiernos al tener frecuentes mayorías absolutas (sobre el 75 % de las
elecciones en los últimos 100 años), salvo cuando se enredan con el Brexit.
Particularmente, los sistemas mayoritarios no me gustan y, a juzgar, por las
críticas percibo que tampoco a la generalidad de los españoles.
Podríamos mejorar el sistema
actual corrigiendo algunas cuestiones, pero siendo conscientes de que cualquier
decisión de cambio se tomará sobre la base de criterios políticos y necesitará
una amplia mayoría y de modificaciones en el articulado de la Constitución Española.
Uno de los cambios posibles es considerar
circunscripciones por comunidades autónomas, en lugar de las 52 circunscripciones
provinciales señaladas en la constitución. Esto implicaría determinar
previamente los criterios de reparto de escaños por comunidad y fijar un mínimo
de diputados para cada una de ellas, entrando en debate de la representación de
la población y de los territorios. Los resultados que se obtuvieran seguirían
mostrando diferencias en el cociente nº de escaño/nº de votos, pero
garantizaría una mayor representación de los territorios, que en el sistema de
lista única descrito en el artículo anterior.
Otro de los factores objeto de
debate y que condiciona el resultado es la determinación de un porcentaje
mínimo para poder optar al reparto de escaños, que actualmente es un 3 % por
circunscripción y exigirlo a nivel nacional. La modificación de la exigencia
del mínimo de la circunscripción al plano nacional es una propuesta que surge,
fundamentalmente, en el deseo de eliminar o reducir la presencia de las fuerzas
nacionalistas en el parlamento nacional, lo que podría dejar sin representación
a más de dos millones de ciudadanos españoles.
Un tercer factor sugiere buscar
una mayor proporcionalidad aumentando el número de diputados. El artículo 68 de
la Constitución establece un mínimo de 300 y máximo de 400 diputados y algunos
proponen aumentarlos a 400 diputados o a 500, sabiendo que, también, en este
último caso habría que modificar el artículo señalado, que necesitaría de una
mayoría cualificada.
Este aumento, podría hacerse
manteniendo la circunscripción provincial o por comunidad, garantizando una
proporcionalidad más ajustada en la relación nº de votos/nº de diputados elegidos,
que la actual. Es una opción válida desde el punto de vista numérico, aunque
ello implica lógicamente un mayor costo.
En algunos casos, la propuesta de
aumentar el número de diputados va acompañada de alguna modificación en el
sistema de asignación de diputados. Así, un número de diputados que podría ser
de 300 o 350 se repartiría según el sistema actual, mientras que otra cantidad
que podría ser de 100 o 150 diputados, se repartirían por un sistema de
proporcionalidad pura con los datos totales a nivel del estado. De esta manera
se corregiría, en parte, el desajuste del valor del voto fundamentalmente en
los partidos minoritarios que se presentan a nivel nacional, como le pasaba
tradicionalmente a Izquierda Unida y en la actualidad al PACMA. La fijación y
aumento del número de diputados en cada caso es, evidentemente, una decisión
política. Supongo que cada partido antes de adoptar una postura y fijar una
cantidad echará sus cuentas para intentar fijar el que más le beneficiaría.
Finalmente, pudiera optarse por
una solución a la griega donde al partido más votado se le asignan 50 escaños
más, aunque su ventaja sobre el segundo partido más votado sea de un solo voto.
Se busca la estabilidad, facilitando el gobierno de la fuerza más votada. En
este caso, tanto Rajoy como Pedro Sánchez hubieran podido formar gobierno sin
apenas dificultad.
Este debate es largo y son muchas
las cuestiones que me dejo en el tintero, pero las que menciono son suficientes
para reconocer que es un problema complejo con diferentes variables políticas
(valor del voto, territorio y estabilidad del gobierno) y numéricas
(proporcionalidad, mínimo necesario), que es conveniente abordar y cuya
propuesta de futuro debiera tener el consenso más amplio por cuestiones de
ética política y de posibilidad de que sea refrendado en el parlamento español.
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