Mucho se habla estos días de la marcha de hondureños y otros centroamericanos hacia EE.UU. pero poco se habla de la verdadera causa de la pobreza y violencia que tiene naciones como Honduras, El Salvador o Guatemala.
Los hondureños merecen ser libres y dueños de su destino.
El periódico HOY, (HOY, 06/11/2018) me publicó un artículo sobre Honduras. Es una reflexión sobre la situación del país que he visitado recientemente. Os dejo el texto.
"En septiembre pasado,
hace menos de dos meses, estaba en la zona de embarque del aeropuerto de
Tegucigalpa (capital de Honduras), esperando para coger un avión de vuelta a
España. De pronto se anuncia la salida de un avión civil para Estados Unidos y
se oye el siguiente mensaje: “Vuelo con
destino a Houston, pasajeros prepárense para embarcar. En primer lugar, los
militares de Estados Unidos. En segundo lugar, los niños menores de dos años y
las personas con dificultades, …”.
Honduras. HOY (06/11/2018) Lorenzo J. Blanco Nieto |
Estaba claro el orden
de preferencia de las autoridades del aeropuerto y la posición predominante de
los militares estadounidenses respecto la población civil. Nunca había oído
nada parecido y era el remate a lo vivido esos días. La influencia y presencia,
civil y militar, de los estadounidenses en este país centroamericano es
claramente manifiesta.
Era la prueba definitiva de quiénes son los
jefes de aquel hermoso país con casi 10 millones de habitantes. Esta situación
me confirmaba los comentarios escuchados tanto a los profesores con los que
había convivido como a personas ajenas al mundo de la enseñanza con las que
había comentado el estado del país.
Llevaba una semana en
Honduras, colaborando con la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán,
en sus sedes de Tegucigalpa (ciudad con unos dos millones de habitantes) y San
Pedro Sula (más de un millón de habitantes) que es el segundo núcleo de
población en Honduras, estigmatizada con la violencia y en alguno tiempo
considerada una de las más violentas del mundo.
Ahora que los medios
de comunicación publican noticas y muestran imágenes de la marcha de miles de
hondureños desesperados camino de Estados Unidos, me viene a la memoria lo
vivido esos días. Rememoro aquellas conversaciones que a modo de queja o de
desahogo reiniciaban mis compañeros hondureños sobre las vicisitudes que tienen
que soportar para subsistir en medio de una sociedad desestructurada y definida
por la pobreza, la desigualdad y la violencia. Mis contertulios eran
fundamentalmente profesores universitarios y de secundaria, con jornadas en dos
o tres centros para poder alcanzar un sueldo digno. Me imaginaba cómo sería la
situación de otros ciudadanos, aunque era claramente perceptible en cualquier
lugar que visitábamos.
Recuerdo los niños de
edad temprana, a cualquier hora del día o de la noche, en las calles de las
ciudades y en las cunetas de las carreteras vendiendo cualquier objeto e
implorando tu aportación. Mi señalaban que el 40 % de la población infantil no
iba a la escuela porque las necesidades en sus casas eran tan perentorias que
lo prioritario era la supervivencia.
Llamaba la atención
la cantidad de obras iniciadas (calles, edificios, carreteras, etc.) y que
parecían abandonadas o con un mínimo ritmo de trabajo. Las explicaciones eran
claras en referencia al nivel de corrupción que provocaba que en dos o tres
meses el dinero asignado a la obra hubiera desaparecido de la administración,
pero con destino conocido.
Obviamente pregunté
por las últimas elecciones generales celebradas a finales de 2017. Todos
coincidieron, y se puede comprobar en una mínima búsqueda en la red, que fueron
fraudulentas a favor del candidato impuesto por los Estados Unidos, aún a costa
de saltarse la constitución que no permitía su reelección. Los observadores
electorales de la Organización de Estados Americanos concluyeron que hubo
tantas irregularidades y deficiencias que era imposible validar el resultado de
las elecciones, aun teniendo en cuenta la revisión del Tribunal Supremo
Electoral que estaba obviamente al servicio del poder político y militar.
Una variable
fundamental para entender los problemas del país se descubre al conocer su
relación con la droga, al ser una de las zonas de paso (marítimo y aéreo) hacia
Estados Unidos más importantes. Por lo tanto, el dinero fluye y necesita de
seguridad para los que lo acumulan. Ello, además, justifica el control
estadounidense con la complicidad de personalidades locales que, según la
mayoría de los medios de comunicación internacionales y los hondureños de a
pie, están vinculadas con el narcotráfico.
El control político,
militar y económico de los Estados Unidos sobre Honduras es absoluto,
impidiendo el desarrollo del país puesto que así la situación actual sirve a
sus intereses. Evidentemente luchará para mantener el estatus e impedir un
cambio político y/o económico que pudiera hacer peligrar esa situación de
dominio.
Podríamos añadir
otras situaciones lamentables del país donde únicamente se salvan las personas
encantadoras y sufridoras que lo habitan y la enorme naturaleza que tienen. Por
eso, las referencias a la marcha confirman lo que me decían, al señalar que el sueño
de los hondureños es emigrar a Estados Unidos y que son muchos los que ya viven
allí.
Dada esta situación
me he atrevido a contar algunas cosas que permitan mi desahogo por lo injusta
que es la situación de país, por lo mal que lo están pasando y por el final,
previsible, de los integrantes de la marcha si alguna vez alcanzan la frontera
con Estados Unidos." (HOY, 06/11/2018)
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