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lunes, 25 de noviembre de 2019

Elecciones generales y Sistemas electorales 1: Proporcionalidad.



En octubre de 2019, antes de las elecciones generales del 10 de noviembre, escribí estas reflexiones sobre el sistema electoral en España y algunas posibilidades de cambio.
En tres entradas daré mi opinión y aportaré algunos cálculos que pueden ayudar a entender mejor las posibles alternativas.

“Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Inicio esta entrada con esta frase de Ramón de Campoamor, para hablar del sistema electoral español que siempre está en el ojo del huracán cuando hay elecciones. Los que pierden, que son la mayoría porque hay muchos partidos, siempre le echan la culpa al sistema, que es una excusa muy antigua.
La repetición de elecciones, gobiernos inestables y poco duraderos, negociaciones difíciles de comprender y ciertos pactos que más parecen un chantaje, harían necesario que en esta nueva legislatura el parlamento español planteara en serio el estudio y alguna modificación del sistema electoral, lo que inevitablemente exige una amplia mayoría. Además, como pasa en países de nuestro entorno, deberían considerarse algunas diferencias en el sistema de elección de representantes y gobernantes según fueran elecciones locales, regionales o nacionales. En estas dos entregas solo me voy a referir a las elecciones nacionales y, particularmente, a las elecciones al Congreso.
Dos cuestiones numéricas fundamentan cierta crítica al sistema electoral español. La primera es relativa a la diferencia entre el valor del voto para obtener un escaño en cada una de las 52 circunscripciones electorales provinciales. Así, cada uno de los dos diputados al Congreso por Soria podría salir con 20.000 votos, mientras que en Madrid se necesitarían unos 100.000 votos. En el Senado la diferencia es aún mayor, ya que un senador por Madrid necesitaría sobre 1.300.000 votos mientras que en Soria con 20.000 podría ser suficiente.
La segunda es el coeficiente al dividir la cantidad de votos obtenidos por cada partido entre el número diputados logrados. Así, por ejemplo, el Partido Regionalista de Cantabria obtuvo un diputado con 52.197 votos, mientras que Compromís con 172.751 votos también tuvo un único diputado. El Partido Animalista (PACMA) con 326.045 votos (1,25 %) en las últimas elecciones generales, no obtuvo representación parlamentaria. Estas situaciones se utilizan como ejemplo para indicar que nuestro sistema electoral es injusto. En mi opinión, esto es una crítica fácil, que obvia otros factores que también deben considerarse para hacer una valoración global y más ajustada, y luego poder tomar decisiones adecuadas.
El sistema electoral que se acepte tiene que definir claramente y sin ambigüedad el procedimiento de recuento de votos y de asignación de escaños a cada organización política. Para ello, tendrá que tener en cuenta diferentes variables que vendrán condicionadas por criterios políticos, sociales y numéricos que deben ser claramente explicitados, antes de hacer críticas fáciles condicionadas porque el resultado no era el que uno deseaba. Es decir, dependientes del color del cristal con que se mira. Como en la vida no basta con decir quiero esto o aquello no me gusta, es necesario señalar cómo podemos llegar a una propuesta razonable y cuáles serían los pros y los contras.
Votamos las personas y, por lo tanto, el voto debiera tener el mismo valor en todos los lugares. Pero vivimos en unos territorios (país, comunidades, provincias y localidades) con más o menos población y, además, deseamos que durante un periodo de tiempo haya unos gobernantes que puedan desarrollar su tarea con cierta estabilidad. Conjugar, entre otras, estas tres cuestiones (valor del voto, territorio y estabilidad de gobierno) no es fácil y por ello surgen diferentes propuestas de sistemas electorales, según demos prioridad a alguna de ellas. Por eso existen sistemas mayoritarios y proporcionales, y en cada caso diferentes maneras de asignación de escaños.
Asumiendo lo desajustado del valor de los votos mostrado en los ejemplos anteriores, podríamos pensar en un sistema que fuera completamente proporcional. Esto nos llevaría a una circunscripción única como en las elecciones europeas y la eliminación del mínimo necesario para sacar candidato, puesto que ello distorsionaría la proporcionalidad deseada. Habría una lista única de 350 candidatos por partido, donde el peso de la población sería determinante y, con toda seguridad, la representación de las provincias con menos población como Soria, Cuenca, … Badajoz y Cáceres sería escasa o nula en la lista general y, por ende, en el parlamento español. Actualmente, a cada provincia le corresponden dos diputados y el resto es proporcional a la población y de esta manera se garantiza un mínimo de representación de cada provincia. Basándonos en los resultados del mes de abril de 2019, con este sistema de lista única y proporcionalidad pura los partidos nacionalistas catalanes y vascos tendrían una representación similar a la que tienen ahora, y otros como BNG y Front Republicá hubieran obtenido representación parlamentaria. Por otra parte, entrarían en el parlamento con varios diputados algunos otros grupos políticos como el PACMA que nunca ha estado representado. El espectro de partidos en el parlamento se ampliaría dando cabida a numerosos partidos minoritarios cuyos intereses son concretos y podrían dificultar la estabilidad de gobierno. Pero es una opción.
Continuará.



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