En octubre de 2019, antes de las elecciones generales del 10 de noviembre, escribí estas reflexiones sobre el sistema electoral en España y algunas posibilidades de cambio.
En tres entradas daré mi opinión y aportaré algunos cálculos que pueden ayudar a entender mejor las posibles alternativas.
“Nada es verdad ni mentira, todo
es según el color del cristal con que se mira”. Inicio esta entrada con esta
frase de Ramón de Campoamor, para hablar del sistema electoral español que
siempre está en el ojo del huracán cuando hay elecciones. Los que pierden, que
son la mayoría porque hay muchos partidos, siempre le echan la culpa al
sistema, que es una excusa muy antigua.
La repetición de elecciones,
gobiernos inestables y poco duraderos, negociaciones difíciles de comprender y
ciertos pactos que más parecen un chantaje, harían necesario que en esta nueva
legislatura el parlamento español planteara en serio el estudio y alguna
modificación del sistema electoral, lo que inevitablemente exige una amplia
mayoría. Además, como pasa en países de nuestro entorno, deberían considerarse
algunas diferencias en el sistema de elección de representantes y gobernantes según
fueran elecciones locales, regionales o nacionales. En estas dos entregas solo
me voy a referir a las elecciones nacionales y, particularmente, a las
elecciones al Congreso.
Dos cuestiones numéricas
fundamentan cierta crítica al sistema electoral español. La primera es relativa
a la diferencia entre el valor del voto para obtener un escaño en cada una de
las 52 circunscripciones electorales provinciales. Así, cada uno de los dos
diputados al Congreso por Soria podría salir con 20.000 votos, mientras que en
Madrid se necesitarían unos 100.000 votos. En el Senado la diferencia es aún mayor,
ya que un senador por Madrid necesitaría sobre 1.300.000 votos mientras que en
Soria con 20.000 podría ser suficiente.
La segunda es el coeficiente al
dividir la cantidad de votos obtenidos por cada partido entre el número
diputados logrados. Así, por ejemplo, el Partido Regionalista de Cantabria obtuvo
un diputado con 52.197 votos, mientras que Compromís con 172.751 votos también
tuvo un único diputado. El Partido Animalista (PACMA) con 326.045 votos (1,25 %) en las últimas elecciones
generales, no obtuvo
representación parlamentaria.
Estas situaciones se utilizan como ejemplo para indicar que nuestro sistema
electoral es injusto. En mi opinión, esto es una crítica fácil, que obvia otros
factores que también deben considerarse para hacer una valoración global y más
ajustada, y luego poder tomar decisiones adecuadas.
El sistema electoral que se
acepte tiene que definir claramente y sin ambigüedad el procedimiento de recuento
de votos y de asignación de escaños a cada organización política. Para ello,
tendrá que tener en cuenta diferentes variables que vendrán condicionadas por criterios
políticos, sociales y numéricos que deben ser claramente explicitados, antes de
hacer críticas fáciles condicionadas porque el resultado no era el que uno
deseaba. Es decir, dependientes del color del cristal con que se mira. Como en
la vida no basta con decir quiero esto o aquello no me gusta, es necesario
señalar cómo podemos llegar a una propuesta razonable y cuáles serían los pros
y los contras.
Votamos las personas y, por lo
tanto, el voto debiera tener el mismo valor en todos los lugares. Pero vivimos
en unos territorios (país, comunidades, provincias y localidades) con más o
menos población y, además, deseamos que durante un periodo de tiempo haya unos
gobernantes que puedan desarrollar su tarea con cierta estabilidad. Conjugar,
entre otras, estas tres cuestiones (valor del voto, territorio y estabilidad de
gobierno) no es fácil y por ello surgen diferentes propuestas de sistemas
electorales, según demos prioridad a alguna de ellas. Por eso existen sistemas
mayoritarios y proporcionales, y en cada caso diferentes maneras de asignación
de escaños.
Asumiendo lo desajustado del
valor de los votos mostrado en los ejemplos anteriores, podríamos pensar en un
sistema que fuera completamente proporcional. Esto nos llevaría a una
circunscripción única como en las elecciones europeas y la eliminación del
mínimo necesario para sacar candidato, puesto que ello distorsionaría la
proporcionalidad deseada. Habría una lista única de 350 candidatos por partido,
donde el peso de la población sería determinante y, con toda seguridad, la
representación de las provincias con menos población como Soria, Cuenca, …
Badajoz y Cáceres sería escasa o nula en la lista general y, por ende, en el
parlamento español. Actualmente, a cada provincia le corresponden dos diputados
y el resto es proporcional a la población y de esta manera se garantiza un
mínimo de representación de cada provincia. Basándonos en los resultados del
mes de abril de 2019, con este sistema de lista única y proporcionalidad pura
los partidos nacionalistas catalanes y vascos tendrían una representación
similar a la que tienen ahora, y otros como BNG y Front Republicá hubieran
obtenido representación parlamentaria. Por otra parte, entrarían en el
parlamento con varios diputados algunos otros grupos políticos como el PACMA
que nunca ha estado representado. El espectro de partidos en el parlamento se
ampliaría dando cabida a numerosos partidos minoritarios cuyos intereses son
concretos y podrían dificultar la estabilidad de gobierno. Pero es una opción.
Continuará.
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