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sábado, 2 de noviembre de 2019

¡Se ha muerto el abuelo!

Artículo publicado en HOY (02/11/2019) sobre el Informe anual presentado por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y Exclusión Social.


Por casualidades de la vida, tuve la oportunidad de asistir recientemente a la presentación en el Senado del Informe Anual que presentó la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y Exclusión Social. El estudio analizaba datos del último decenio (2008-2018).
¡Se ha muerto el abuelo! Lorenzo Blanco Pobreza Exclusión social
¡Se ha muerto el abuelo! HOY (02/11/2019)

De su contenido se han hecho eco los medios de comunicación (HOY, 18/10/2019), con más o menos extensión. Si interesante eran los números y los análisis de los autores, las aportaciones posteriores en el debate de algunos de los participantes en los trabajos eran demoledoras, por las situaciones que describían a partir de sus experiencias de campo.

Una de ellas me sugirió el título del artículo. Explicaba un pediatra de atención primaria que a su consulta llegó una madre que le señaló con tristeza que “el abuelo ha muerto”. El comentario del pediatra venía a colación porque la tristeza de la mujer no era solo por el fallecimiento del abuelo, sino porque sus ingresos eran el principal sustento de la familia.
Las situaciones comentadas y los números expuestos me llevaron a la lectura del documento presentado y disponible en la red. No voy a entrar en un análisis profundo, pero si a dejar algunos datos y frases que entrecomillaré del documento.
En el informe sobre la renta media de las personas que estudian dividen a la población en cuatro cuartiles. Pues bien, en el primer cuartil la renta en 2008 era de 3.957 euros, siendo de 3.937 euros en 2018. Es decir, este grupo de personas gana 20 euros menos que 10 años atrás, teniendo en cuenta que la vida ha subido más de un 14 por ciento, según los índices acumulados en ese periodo. Todos los demás grupos suben, produciéndose la mayor subida en el cuarto cuartil (de 20.468 euros a 21.799 euros), aunque estos también pierden poder adquisitivo. Es decir, los pobres más pobres lo que es una paradoja teniendo en cuenta otros estudios que señalan que desde el inicio de la crisis los ricos son cada vez más ricos.
Asumimos el aumento de las diferencias entre ricos y pobres como algo natural. En otro párrafo el documento señala “el 21,5 % de la población española, es decir, algo más de 10 millones de personas, están en riesgo de pobreza … En los últimos cuatro años (2014-2018) un crecimiento del PIB de 3.840 , que equivale al 17,5 %, solo consiguió una disminución de siete décimas en la tasa de pobreza. El crecimiento económico, por sí sólo, no trae consigo una reducción de la pobreza”. No basta con la recuperación económica para evitar la pobreza de gran parte de la población y, a juzgar por el estudio, las acciones llevadas a cabo por los gobiernos en ese periodo han sido claramente insuficientes. Esto es la recuperación económica beneficia a los ricos, pero los pobres siguen siendo pobres.
Hay otros datos comparativos de este decenio que, también, resultan significativos, y que señalan el empobrecimiento de un sector de la población. Así, también ha aumentado el índice de personas que no pueden mantener la vivienda con una temperatura adecuada durante los meses de invierno (del 5,9 % en 2008 al 9,1 % en 2018), al igual que el número de personas que no pueden permitirse una comida de carne o pescado cada dos días que ha pasado del 2,2 % en 2008, al 3,6 % en 2018. A este respecto, el informe concluye “la privación material severa se incrementa levemente y alcanza al 5,4% de la población … un 50% superior a la registrada en el año 2008”.
Nos recuerdan que el 35 ,9 % de las personas no tienen capacidad para afrontar gatos imprevistos lo que, también, supone un aumento de un 6 % respecto de 2008. Estas personas, según remarcaban en el debate, evitan comprar medicinas de enfermedades cuyos síntomas no les son inmediatos ni dolorosos y renuncian a situaciones que podrían ayudarles a mejorar su salud y su vida, por falta de recursos. Pero también, resulta muy llamativo que un 14 % de personas con trabajo se mantengan en tasas de pobreza desde 2014. Tener trabajo ya no garantiza salir de la pobreza, para que luego se cuestione la necesidad de aumentar el salario mínimo.
Este último punto está muy relacionado con los problemas de las familias monoparentales, donde la presencia de la mujer cómo cabeza es ampliamente mayoritaria, y que evidencia la necesidad de tener, al menos, dos ingresos en estos sectores de la población para poder salir del umbral de la pobreza. La incidencia de esta situación en los hogares con niños manifiesta los problemas de su desarrollo físico, educacional y social, y con repercusión en sus expectativas de vida.
En fin, son muchos los indicadores que describen una sociedad desestructurada que no se preocupa ni ocupa de aquellos que tienen mayores necesidades vitales. Supongo que algunos estarán pensando que ellos si lo hacen, pero los resultados presentados son irrefutables y constituyen un toque de atención para todos y, fundamentalmente, para aquellos con responsabilidad de gobierno.
                    Badajoz, 25 de octubre de 2019

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