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jueves, 11 de junio de 2020

La bandera nacional como símbolo del Estado. (HOY, 11/06/2020).

Artículo publicado en HOY (11/06/2020).

 

HOY (11/07/2020)

En abril de 1977, fallecido el dictador y casi dos años antes de votar la constitución (06/12/1978), Santiago Carrillo propuso al Comité Central del Partido Comunista de España la aceptación de la bandera roja y gualda, del himno español y el apoyo a la Monarquía, al entenderlo positivo para alcanzar las libertades democráticas y la reconciliación. La resolución se aprobó por 169 votos a favor, once abstenciones y ningún voto en contra. No faltaron las críticas desde la propia izquierda, y desde dentro del PCE, pero fue un paso valiente, reconocido y muy valorado por la gran mayoría de la población española.

La Constitución que exigió diálogo, esfuerzo y generosidad, fue votada mayoritariamente por los españoles, con la abstención de parte de Alianza Popular (actual Partido Popular), y el voto negativo de los nostálgicos del franquismo. Sabíamos que la convivencia democrática no sería un proceso fácil y rápido, en el que surgirían problemas y contradicciones. Un ejemplo, el uso de la bandera nacional.

En estos años, la bandera constitucional ha tenido reparo para ser usada por muchos ciudadanos al asociarla al régimen franquista. Su identificación con la dictadura y el recuerdo de la dura represión, propició que no la aceptaran como propia, y que sigan utilizando la bandera republicana.

En estos días observamos que aquellos que no votaron la constitución o sus herederos, naturales o políticos, exhiben la bandera nacional como estandarte contra un gobierno constitucional y legítimo. No es casual ni baladí que quienes no votaron la constitución, sean los que llaman criminal, usurpador y no sé cuántas cosas más, a este gobierno surgido y amparado en el marco constitucional. La agresividad exhibida por aquellos que se cubren con la bandera de todos los españoles, a modo de hábito y de símbolo del «a por ellos», vuelve a suscitar viejos temores y a alejar el uso cotidiano de la bandera por parte de muchos ciudadanos que no desean que se les identifiquen con los voceros de odio y xenofobia. Este uso de la bandera a modo de arma alegórica, seguirá porque saben que les funciona entre sus electores.

Por otra parte, la proliferación de banderas regionales y la ausencia de un relato consensuado para la etapa de la transición sobre los símbolos del estado, ha perjudicado la aceptación y uso generalizado de la bandera nacional. Ha sido el deporte de selección, y algunos deportistas de élite, quienes más han hecho por el uso de la bandera. El triunfo de la selección española de futbol en el mundial de Sudáfrica (2010), significó que la bandera nacional se paseara por las calles de Bilbao o Barcelona, sin ningún problema por primera vez. Estos eventos ayudaron a su aceptación y parecía que caminábamos en la dirección adecuada.

El hecho es que más de cuarenta años después algunos, desde una u otra perspectiva, siguen sin asumir que los símbolos y estructura del estado democrático actual nos representan a todos los españoles, independientemente de nuestra posición ideológica, cultural y social, de lugar de nacimiento o de las demás características personales que nos identifiquen. La propia constitución establece los mecanismos para cambiarlos.

Se dice que este problema de la bandera no existe en otros países de nuestro entorno, y eso es una verdad a medias. En estos momentos recuerdo las aperturas y clausura de eventos culturales y educativos, en los muchos lugares que he visitado por mi profesión, donde los himnos nacionales y la presencia de la bandera era lo normal. Esto en España pareciera un espejismo, por culpa de unos y de otros. No lo añoro, pero tampoco lo deploro.

Esta misma experiencia me ha mostrado la realidad en esos países. La primera negativa, al contemplar como los problemas de protocolo con las banderas que hay en algunas regiones de España, son similares a los que se tienen en regiones de Bélgica, Reino Unido o Francia, por ejemplo. Y, en segundo lugar, que la bandera en la mayoría de los países de nuestro entorno es un símbolo que representa a todos los ciudadanos y, consecuentemente, no se tolera que pueda ser usada como un arma arrojadiza de unos ciudadanos contra otros, y normalmente no se exhibe en actos partidistas. Por ello, en la mayoría de los países de nuestro entorno, no se hubieran desarrollado manifestaciones donde la bandera nacional, con añadidos no constitucionales e ilegales en algunos casos, era el elemento distintivo de los asistentes, con marcado significado partidista y reiterada llamada a la confrontación.

Aceptar que la bandera es de todos los españoles será posible cuando entendamos que representa la estructura del estado democrático y que no debe ser utilizada con añadidos ajenos al mismo y, sobre todo, como símbolo contra el poder legítimo. No se trata de aceptar la democracia sin más, y sí de creer en ella como mejor sistema para la convivencia.


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