“Me reconozco, y así me lo dicen, un poco incordio
con algunas situaciones cotidianas. En algunos momentos, me veo discutiendo con
paseantes que, distraídamente y sin querer (evitarlo), arrojan papeles o cualquier
otro objeto al suelo. Es corriente que cuando le indicas que su acción no es
adecuada si queremos mantener limpia la ciudad, me miren con aire de superioridad
me espeten: Yo pago mis impuestos, que lo recojan los limpiadores. La
frase es tremenda por lo que indica de su falta de educación como ciudadano. Les
da igual que su acto sea contrario a las ordenanzas municipales y a las buenas
maneras y que nadie quiere vivir en una ciudad sucia. Tampoco quieren asumir
que los limpiadores son empleados públicos que no están para corregir sus faltas.
El “yo pago mis impuestos” lo justifica todo y muestra su talante.
Recriminar este tipo de acciones
no es nuevo para mí. En marzo de 1994, en este mismo diario me publicaron un
artículo en el que denunciaba hechos que observamos a diario y habituales en
algunos paseantes. No son acciones graves en sí mismas, pero
su reiteración deteriora la convivencia ciudadana. En aquellos momentos me
refería a ensuciar el suelo, sacar la basura a destiempo, las cacas y los
orines de los perros, cruzar los pasos de peatones en rojo aún en la presencia
de los hijos o nietos, etc. Son situaciones evitables, que con relativa frecuencia
presenciamos, sin atrevernos a llamar educadamente la atención a los
protagonistas y, consecuentemente, sin comunicarles nuestro desagrado. No lo
hacemos nosotros y, en muchas ocasiones, tampoco la policía local.
Todo lo anterior indica la necesidad de profundizar
en una buena educación para la ciudadanía como un elemento fundamental para
mejorar nuestra convivencia.
Esta preocupación por nuestro comportamiento
cívico, ha encontrado en estos días de confinamiento nuevos motivos para el
incordio. Están siendo momentos duros para todos, donde se nos han dado algunas
pautas a seguir para poder superar la situación de la mejor manera posible. Y
es aquí donde vuelven a surgir nuevos comportamientos incívicos, pero ahora no
es solo cuestión de estética, sino que está en juego nuestra salud y nuestro
futuro inmediato.
En los primeros días del confinamiento hemos visto
como algunas personas utilizaban triquiñuelas para saltárselo, y nos desafiaban
con una mirada de superioridad para mostrar cuán listos (con acento en la ese) eran,
y lo tonto que éramos aquellos que cumplíamos con las recomendaciones dadas.
Pero ahora, en estas fases (Fase 0 y 1) de desescalada, aparecen otras actuaciones
y frases similares a la de “yo pago mis impuestos”, para justificar
comportamientos no deseados y contrarios a las recomendaciones que se nos dan.
De esta manera, y en esa manía por los números he
podido calcular, desde que empecé a salir el 4 de abril, que dos de cada tres
pacenses andan por las calles sin mascarillas. Son precisamente aquellos a los
que no les importa formar grupos sin guardar la distancia recomendada y no
respetar las señales marcadas en el suelo para las colas.
También, en algunos casos les he hecho algún
comentario al respecto, que ha sido respondido con esa mirada directa de quien
te perdona la vida para decirme “no es obligatorio”. En otras ocasiones, me han
soltado un “ya lo sé”, cuando les he recordado la recomendación de andar por la
derecha que anuncian los carteles que la policía local ha colocado en
diferentes lugares de Badajoz.
¿Qué me hubieran dicho las personas que se juntaron
en algunos bares en el primer día de la fase 1, y que obligaron a la
intervención de la policía? No logro entender tanta irresponsabilidad, después
de la cantidad de muertos y de personas que se han arriesgado por nuestra salud.
¿Es inconsciencia, confianza en su
estatus o es una manera de hacer patente su superioridad ante no sé quién, ni
por qué motivo?
Estamos en un momento muy importante en el que
debemos evitar cualquier retroceso, como el de algunos países que han vuelto a
cerrar tiendas y lugares públicos. Ello debe ser ahora prioritario. Incluso
aquellos que anteponen la economía a la salud debieran pensar que un retroceso
sería el hundimiento definitivo de empresas, comercios y autónomos que
mantienen cierta esperanza en una pronta recuperación. No los hundamos más.
Son momentos complicados, que debemos superar con
la complicidad de todos, cada uno desde su ámbito, pero que, igualmente,
requiere de todos un comportamiento disciplinado y adecuado a las
recomendaciones que emanan de las instituciones y, en otras ocasiones, del
sentido común.
A pesar de todo este relato, sigo siendo optimista y
creo firmemente que, entre todos (ciudadanos e instituciones), seremos capaces
de superar esta crisis sanitaria, social y económica.
Sigo manteniendo la ilusión por un futuro mejor.
Como la tenía hace tres meses.”
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